"la pequeña pantalla ya no existe"

miércoles, 20 de abril de 2011

No quiero hablar de la guerra


La discutida teoría sobre la evolución de la especie afirmaba que el progreso es un lento periodo que puede tardar en desarrollarse centenares e incluso miles de años, dependiendo de ciertos factores y condiciones, algunas avanzan, otras se adaptan y las más débiles mueren. El ser humano, físicamente inferior pero mentalmente superior a la inmensa mayoría de habitantes del reino animal, progresa adecuadamente en ciertos aspectos tecnológicos mientras se estanca irremediablemente en algunos matices teóricamente simples para el avance de la vida.

Las exigencias del feroz mercado marcan las pautas del proceso. En la selva llamada Hollywood, el poderoso dominio que ejerce la industria de efectos especiales somete al resto de sus coetáneos obligándolos a subsistir a base de carroña, empujándolos al abismo de la extinción. El guionista por antonomasia, que reinó en tiempos mejores, se ve forzado a abdicar para perderse en la memoria del tiempo y espacio, ser un eslabón perdido. Cristopher Bertolini es el claro ejemplo del retroceso. Un ser de carácter recesivo al que se le concede la oportunidad dorada sin llegar a poseer la experiencia o cualidades necesarias para la dominancia. 

El guionista de Invasión a la tierra no conoce la palabra innovar y carece por completo de curiosidad narrativa, gestando una Involución programada parasitaria del género que tan hermosas criaturas ha dado. Reduciendo a cero la emoción existente a lo largo del metraje sin importarnos absolutamente nada de lo que ocurra con sus apáticos personajes. Repitiendo hasta la saciedad todo tipo de estereotipos vistos a partes iguales en filmes bélicos o poblados de invasores alienígenas. Y bien cierto es que en las guerras no abundan los ilustrados, pero el sargento atormentado por su pasado que vive a las puertas del retiro, el nuevo capitán sin agallas en el campo de batalla, la atrevida mujer soldado, el recluta patoso… forman un compendio de mediocridad al servicio del consumidor en dosis industriales que empacha con tan solo mirarla desde lejos. Acompañada de un aliño cuyo extraño gusto deja cierto sabor a espaldarazo bélico, condimentada con el discurso pertinente sobre la madre patria, repleta de barras y estrellas, alimenta a unos marines al borde de la trisomía del par 21 que se sienten capaces de luchar contra cualquier tipo de civilización hasta verla reducida a las cenizas.



Desesperanzador panorama que hiere de muerte a casi todos los recientes ataques recibidos por parte de nuestros vecinos interespaciales, alzando en la memoria obras realizadas con mayor cariño, recordándonos que a pesar del esfuerzo Aaron Eckhart no es Will Smith y ni que ninguno de sus modernos marcianos tienen las malas ideas de Mars Attacks. Por otro lado, el intento de rememorar obras como Black Hawk Derribado es mera casualidad y si entre los miembros del pelotón sobrado de bravuconería contamos con actores como Gino Anthony Pesi el carisma atesorado se evapora como el agua a 200 grados, ridiculizando cualquier tipo de comparación posible con anteriores batallones vistos en pantalla.

El apartado técnico si refleja con creces el paso del tiempo, es decir, casi todo está informatizado, ya que ¾ partes está formada por planos cortos rodados cámara al hombro por Jonathan Liebesman, cuyos familiares deben andar preocupados, ya que en vez de provocar emoción, el abuso del uso, produce mareo y la sensación de estar rodada por un enfermo de Parkinson. Animando al espectador medio para que la próxima se la descargue en casa, ya que estamos ante el claro ejemplo de - si has visto el tráiler, mejor no pagues por ver la película - . Me sobran bastantes dedos de la mano para contar las escenas merecedoras del recuerdo y es que siendo sincero, reconozco ser amante de las viejas costumbres, prefiriendo las trabajadas maquetas de Independence Day al realismo que aporta un videojuego bien hecho. Eso sí, las naves están curradas y el humo de las explosiones aéreas forman una bonita fotografía, pero a fin de cuentas eso ya lo vimos en el poster.

Otra estúpida película marciana made in USA a la que le sobran minutos por falta de ganas. Mayoritariamente aburrida, escasamente distraída, cuyo principal atractivo es… Bridget Moynahan…?. Si esto es un claro ejemplo de evolución de la especie espero con ansia el 2012, merecemos ser exterminados, pero no os preocupéis, los yanquis estarán de nuestro lado, ¿o quizás no?. Siento ser cruel pero más dura es la guerra.


Lo mejor: Los efectos “espaciales” y saber que por allí anda Aaron Eckhart

Lo peor: ¿Tópicos en el guión? No, lo siguiente


Nota: 3

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